El Real Madrid arrolla el Cruz Azul en la intercontinental

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El Madrid impuso la lógica y atropelló al Cruz Azul sin siquiera precisar de Cristiano, que en una goleada se quedó en blanco, más eficaz como asistente que como definidor. Lo cual ya es portada. No importó, el equipo de Ancelotti hizo un ejercicio de demolición, paso a paso, con solistas al frente. Primero con Ramos, Carvajal y Benzema. Cuando sintió algún calambre, al final del primer acto, ya con 2-0, de nuevo se apareció Iker Casillas, que detuvo su segundo penalti consecutivo en cuatro días. Y luego, coser y cantar. El asiduo tanto de Bale, el virtuosismo de Isco y rumbo a la conquista de la cuarta Intercontinental, bautizada ahora como Mundial de Clubes, formato en el que nunca ha ganado el Madrid y trofeo que solo tienen Casillas, CR y Kroos, estos dos últimos con el United y el Bayern.

No fue un Madrid redondo, pero algunos de sus jugadores tuvieron el don de la puntualidad. El primer toque de corneta fue de Sergio Ramos, al que tanto debe el club su presencia en este torneo. El Ramos de Múnich y de Lisboa también cogió pista en Marrakech, donde exhibió otra vez su soberanía en el juego aéreo. No hay barricadas para el zaguero, máxime si Kroos ajusta el punto de mira y el guardameta rival, Corona en este caso, deja la puerta abierta con una mala salida.

El gol de Ramos certificó la buena puesta en escena del Madrid, en el que Ancelotti no se guardó nada. El técnico ha decidido explotar la mejor veta hasta donde le sea posible, señal de la voracidad del equipo, que lo quiere todo: récords, títulos… Para dar prueba de ello, Cristiano tardó tres minutos en anudar la garganta a los mexicanos. Un milagro de Corona frustró su remate en el área pequeña, en las narices del meta mexicano. El Cruz Azul, cohibido, se sentía ante un reto imposible. Solo Rojas, un polvorilla por la banda de Marcelo, lograba abrir una vía. En una de ellas, le sacó la cadena al lateral brasileño y a su centro raso no llegó Pavone por un pelo. En su segundo asalto se cruzó Ramos cuando apuntaba a Casillas. Más concesiones de las previstas por parte del Madrid.

Algo aflojados Isco e Illarra, el cuadro español encontró en Benzema a su mejor guía. El francés es un delantero de arquitectura, un medio disfrazado de ariete capaz de dibujar el fútbol en las zonas calientes, cerca del área, donde más aprietan los contrarios. Cuando se enchufa resulta un embrollo para los rivales, que no dan con el radar y llega el palique: que si es asunto de los mediocentros, que es misión de los centrales. Su partido fue estupendo, estuvo en todas y no le faltó tiempo para el gol, el 125 como madridista. Benzema puso la puntilla, los honores los mereció Carvajal. Por enésima ocasión progresó por su orilla derecha, remontó por la línea de fondo y citó al francés, que llegó con tino por el centro del área. No fueron pocas las veces que Carvajal hizo de ventilador.

Con 2-0, en apariencia el partido estaba cerrado. Pero el Madrid se distendió y dio vidilla al conjunto azteca, cosido con alfileres, con tanta experiencia como corto de recursos, como ha demostrado en su decepcionante temporada. Rebajado el volumen por los blancos, Pavone, el exjugador del Betis, demostró sus horas de vuelo. Hizo parecer que la había dado un colapso tras un toquecito de Ramos y el árbitro se dispuso a animar el encuentro. Torrado, el veterano capitán, se dispuso a ser el verdugo de Casillas. Los papeles se cambiaron y acabó por ser la víctima. Iker no pasa por ser el más estudioso de los porteros, tan confiado en su portentosa intuición, pero se lanzó justo donde el mexicano había ejecutado dos máximos castigos en el partido de cuartos. Lo que sí tiene el guardián madridista es memoria: en agosto de 2001 detuvo tres penaltis en A Coruña, en un Teresa Herrera. Enfrente, el Cruz Azul.

No fue un equipo redondo, pero algunos jugadores tuvieron el don de la puntualidad

Tras el embrujo de Casillas, tan aturdidos se sintieron los mexicanos que, de inmediato, tras una pájara monumental de la defensa española, Pavone se descubrió cara a cara con el meta español. Le entró una tiritona, se congeló. Ya no le quedó otra bala al equipo de Mena, al que solo le quedaba mitigar una goleada. Le resultó imposible, el Madrid encontró aún más atajos hacia el gol, y como más le gusta, a mil por hora. Lo hizo CR, que a pase de Benzema, asistió a Bale, que estampó su habitual gol en las grandes citas. Entonces sí, la final asegurada.

Solo restaba comprobar cómo administraría Ancelotti los descansos. Le dio respiro a Ramos, con molestias, a Kroos y finalmente a Isco, aclamado por su excelente tanto. Fue el cuarto, tras una maniobra del malagueño que hizo descalabrar a dos defensas antes de apuntar con tino a la esquina derecha de la meta de Corona. Y también quedaba una exquisitez. Fuera del reparto goleador, Cristiano hizo soñar con el gol del año, del siglo, lo que cada uno quiera. Bale centró desde la izquierda y al portugués, que llegaba en carrera, se le ocurrió una genialidad, rematar de rabona. Increíble, por la extraordinaria dificultad. La pelota salió en dirección a Corona. El fútbol contemporáneo todo es vértigo, hoy es ayer. En otros tiempos quedaría para la enciclopedia de oro como uno de esos goles de Pelé y otros ilustres que jamás entraron, pero muchas generaciones se deleitaron como si tal. Como lo harán los madridistas si el próximo sábado abrochan la Copa y despiden a lo grande su campaña internacional.

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