Ahora que el presidente Barack Obama ha dictado por decreto la regularización de varios millones de inmigrantes sin papeles, el siguiente gran paso sería corregir su primera promesa incumplida y cerrar Guantánamo.
Para ello, la Casa Blanca pretende disminuir la población reclusa en la base militar naval estadounidense en territorio cubano a lo mínimo posible, inferior a 100, y así facilitar que el Congreso revoque una ley que impide el traslado de los detenidos a EEUU, ya que los republicanos consideran un riesgo innecesario para la seguridad nacional su presencia.
El domingo aterrizaron en Uruguay seis detenidos que desde 2009 tenían el visto bueno para abandonar el penal.
Ninguno de ellos tenía cargos y todos llegaron a Guantánamo en 2002, poco después de que la Administración de George W. Bush decidiera inventarse una prisión en la que detener sin acusación a los sospechosos detenidos en la guerra contra el terrorismo desatada tras los ataques del 11-S.
La transferencia a Uruguay de cuatro sirios –ya no queda en el penal ningún ciudadano de esa nacionalidad-, un tunecino y un palestino es la primera a un país suramericano, la mayor en bloque desde 2009 y ha supuesto un largo año de negociaciones que parecía concluir cuando el presidente José Mujica aceptaba en mayo pasado el traslado. Sin embargo, y a pesar de que el Pentágono daba el visto bueno el julio, la salida de los seis hombres se vio paralizada debido en parte a las elecciones presidenciales del pasado mes en Uruguay.
Clifford Sloan, el hombre designado por Obama dentro del Departamento de Estado para cerrar Guantánamo, agradecía a Uruguay, en general, y a Mujica, en particular, “dar un hogar a aquellos individuos que no pueden regresar a sus países”. “Este traslado supone un hito en nuestros esfuerzos para cerrar la instalación”, concluyó Sloan en un comunicado.
Además de ser el secreto peor guardado dentro de un lugar que reverencia lo clandestino –un almirante de la prisión desveló el acuerdo con Uruguay de forma prematura-, la transferencia de los seis presos ha contado con muchos inconvenientes, entre otros y nada desdeñable, el hecho de que el hasta hace unos días secretario de Defensa Chuck Hagel se resistiera a firmar la orden de evacuación y la dejara languidecer en su mesa por meses mientras supuestamente era estudiada por sus analistas de inteligencia. La actitud de Hagel contribuyó al empeoramiento de su relación con el presidente que terminó en su renuncia-despido hace unas semanas.
Sin embargo y mientras esto sucedía, la Casa Blanca y Hagel gestionaban otra ‘liberación’ –totalmente secreta y sin informar al Congreso-: la de cinco reos talibanes a Qatar a cambio del prisionero de guerra Bowe Bergdahl el pasado 31 de mayo, lo que enfureció a las filas republicanas en el Capitolio.
Con la salida de estos seis presos de Guantánamo hacia Uruguay, quedan un total de 136 hombres encerrados en el centro de detención, 67 de los cuales están libre de toda sospecha de terrorismo. La mayoría de los reclusos que permanecen en el penal son de origen yemení, aunque hay un total de 18 nacionalidades diferentes.
A pesar de que Obama renovó en 2013 sus votos para cerrar la polémica prisión –que además de vergüenza internacional supone un alto coste monetario para las arcas de EEUU-, los militares habían transferido tan solo un detenido de bajo nivel en los primeros 10 meses de 2014, concretamente en marzo. Desde noviembre, sin embargo, otros 13 detenidos han abandonado con cuentagotas la cárcel. Si llegaran a ser evacuados los 67 sin cargos, quedarían otros 69. De estos últimos, unos enfrentan cargos ante comisiones militares y otros son considerados demasiado peligrosos pero a la vez no podrían ser juzgados en un tribual de EEUU (ya que sus confesiones se obtuvieron con tortura).
La Casa Blanca espera ahora que el gesto iniciado por Mujica –un prisionero político que pasó 14 años en una prisión del régimen por ser un dirigente tupamaro- contagie a otros países de la región y otras naciones den asilo a presos de Guantánamo. El Departamento de Estado norteamericano pretende jugar la baza de la autoridad moral del presidente saliente de Uruguay para que convenza a otros líderes de la región para que abran sus puertas a los detenidos en territorio cubano.
Fuente: www.elpais.com