Barcelona (Redacción y Agencias).- La cosecha de opio será buena este año en Afganistán. A medida que las tropas de la OTAN se retiran, el cultivo se extiende, según un informe de Naciones Unidas: un 7% más de terreno en un año, hasta un total de 224.000 hectáreas. La producción de opio –a partir del cual se fabrica la heroína- podría de este modo ascender un 17%; es decir, unas 6.400 toneladas, frente a 5.500 el año pasado.
La producción de opio ya alcanzó niveles récord en el 2013, con un incremento del 50% respecto al 2012. Así pues, un año más, la política internacional antinarcóticos fracasa en Afganistán, donde se han invertido millones de euros en una década larga.
El director de análisis político de la Undoc, la oficina de la ONU que monitorea la producción de drogas y la criminalidad en relación con ellas, Jean-Luc Lemahieu, cree que el nuevo gobierno del presidente Ashraf Ghani –que comenzó en septiembre- se va a tomar en serio el eterno desafío de desincentivar la economía del narcotráfico.
“Para él, la criminalización de la economía y de la política es uno de los mayores problemas” porque “lo penetra todo, y penetra cualquier objetivo que se quiera conseguir”, opina Lemahieu, citado por la agencia Reuters.
Afganistán produce alrededor del 90% del opio que se cultiva en el mundo, narcótico que ha servido hasta ahora para financiar tanto a los talibanes como a los señores de la guerra o la clase política afgana.
Estados Unidos habría gastado 7,6 millones de dólares en la lucha antinarcóticos en Afganistán desde la campaña de bombardeos contra los talibanes en el 2001, pero según denunció en el 2006 un antiguo funcionario destinado a esta función con rango de embajador, Thomas Schweich, en realidad Washington no se tomó en serio el asunto, y soluciones como las aplicadas en Colombia para erradicar los cultivos de coca fueron imposibles de aplicar en Afganistán.
La política de erradicación por parte del Gobierno afgano ha bajado durante el presente año un 63% en cuanto a hectáreas afectadas, según la ONU. Mubariz Rashidi, el ministro afgano encargado de la lucha antidrogas, ha reconocido hoy en una conferencia de prensa que “casi todas las fuerzas de seguridad estaban ocupadas” en garantizar la seguridad de las elecciones presidenciales, informa France Presse. “Nuestro objetivo era destruir 8.500 hectáreas de cultivos, pero no hubo destrucciones durante las elecciones”, afirmó el ministro.
La OTAN termina su misión de combate en diciembre, y a partir del 2015 solo quedarán unos 12.500 soldados extranjeros en territorio afgano, dedicados a la formación del ejército y la policía.
Las políticas de incentivación de otros cultivos han sido hasta el momento un fracaso, ya que no han ofrecido alternativas reales de subsistencia a los campesinos afganos, y mucho menos en un contexto de guerra. El aumento de las cosechas, además, juega en su contra al provocar el descenso de los precios (un 23%, dice el informe), lo que los hace más dependientes del cultivo de opio, sobre el cual los talibanes cobran un especie de impuesto.
En el 2007 se dio otra cosecha récord de opio. Un “think tank” europeo, el Senlis Council, calculó entonces que con todo ese opio se podría elaborar la morfina que hace falta en los hospitales de los países en desarrollo, y que supone el 80% de las necesidades mundiales.
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