Dice textualmente el “Comunicado” de Adolfo López Hernández, alcalde, y de Paulino Hernández Paz, presidente del Comisariado de Bienes Comunales, ambos de Mixtepec, Oaxaca, que “el viernes por la noche, unas 40 personas fuertemente armadas llegaron al paraje denominado Tres Cruces, donde se encuentra (sic) la carretera Tlaxiaco-Mixtepec-Juxtlahuaca para infundir terror a nuestro pueblo y a la policía…” (??¡¡) El diario “El Piñero de la Cuenca”, por su parte, en su edición del 5 de julio (misma fecha del “Comunicado”), afirma que la emboscada tuvo lugar “alrededor de las 21 horas”, señala directamente como autores a los “habitantes de Santo Domingo Yosoñama” y añade que el ataque “dejó un saldo de al menos seis heridos de bala, cuatro de ellos elementos de la Agencia Estatal de Investigaciones, así como una madre y su bebé…” El redactor de la nota no cita fuente alguna para sustentar su identificación de los culpables, a pasar de lo cual su afirmación es tajante y no deja lugar a la duda racional, por lo que no hay más remedio que calificarla de sesgada y notoriamente parcial. La nota, pues, fue previamente pactada (¿y pagada?) con el claro fin de adelantar conclusiones y prevenir a la opinión pública en contra de los supuestos culpables. Líneas abajo agrega el reportero que el ataque fue contra “una patrulla de la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI), una camioneta Nissan estaquitas blanca y dos automóviles Tsuru”
Lo primero que hay que notar es que el sitio de la emboscada no se halla en jurisdicción de Yosoñama ni es vecina siquiera a las tierras en litigio, sino que es de más fácil acceso para la gente de Mixtepec. Por tanto, si no se olvida la gran tensión que reina entre ambas comunidades, resulta poco creíble que gente de Yosoñama se atreva a planear y llevar a cabo un ataque como el que se le achaca, en un terreno el menos favorable para su propósito. Lo segundo es que, si el hecho fue “alrededor de las 21 horas”, es decir, nueve de la noche que es ya noche cerrada, ¿quién y cómo pudo contar con tanta precisión el número de atacantes (“cuarenta personas fuertemente armadas”, según el comunicado)? Y más aún, ¿quién y cómo pudo saber que los pistoleros eran gente de Yosoñama “comandados por Antorcha Campesina”? En tercer lugar, si el blanco era, como dijo “El Piñero de la Cuenca”, de 4 vehículos (aunque, curiosamente, no se precisa el total de pasajeros ni se les identifica por sus nombres), 40 hombres armados con armas de alto poder debieron haber producido una auténtica masacre, como las que acostumbra la mafia de Mixtepec. Sin embargo, sólo resultaron heridos seriamente 4 policías (uno de ellos, por cierto y desgraciadamente, murió en el hospital según la prensa), lo que parecería indicar que el ataque iba dirigido específicamente contra ellos. ¿Por qué? Quizá para despertar el espíritu de cuerpo de esa Institución y provocar un acto sangriento de justificada venganza contra la gente de Yosoñama y de Antorcha.
Dije en mi artículo anterior que la mafia de Mixtepec, asesorada por gente que sabe de eso, desarrolla desde siempre, junto con los ataques materiales, los secuestros y los asesinatos (esos sí probadamente cometidos por ellos), una guerra mediática de imputaciones gratuitas y calumnias que le permite victimizarse ante la opinión pública para ganar su simpatía, su apoyo y su aprobación, mientras hace aparecer a sus víctimas como asesinos feroces y desalmados. Pues bien, todo hace suponer, por lo aquí dicho, que estamos precisamente ante una de tales maniobras, diabólicamente perversas, de la mafia mencionada y de sus padrinos incrustados en altas esferas del poder estatal y federal (se menciona con insistencia a un senador de la República y a dos ex gobernadores del estado). Hay dos elementos más que apuntan en esta dirección. El primero es que el supuesto ataque de Yosoñama y Antorcha Campesina ocurre a escasos 12 días del brutal asesinato de Antonio Victorino Raymundo, líder del Movimiento Social por la Unificación de Mixtepec (MOSUM) y firme opositor a los amos de ese municipio. Por el lugar del crimen, por la incineración del cadáver junto con el vehículo en que viajaba el occiso (típico modus operandi de los bestiales sicarios de Mixtepec) y por el rápido y descarado manto protector que sobre ellos tendió la Subprocuraduría de Justicia de la Mixteca en Oaxaca, nadie duda sobre el móvil del crimen ni sobre la identidad de sus autores. Así, el “ataque” de que hablo viene a ser un muy oportuno recurso para desviar la atención del vil asesinato de Antonio Raymundo y dirigirla ahora sobre este “nuevo crimen”. Adicionalmente, se logra que los verdaderos asesinos no pierdan su privilegiado papel de “víctimas” ni, por tanto, el derecho legal y moral de salir a la calle a acusar a sus opositores y a presionar a los gobiernos estatal y federal para que “les hagan justicia” y restablezcan “el Estado de Derecho”.