En una visita a Miami, el corazón histórico del anticastrismo, la vicepresidenta y ministra panameña de Relaciones Exteriores, Isabel de Saint Malo de Alvarado, soltó una bomba política: el presidente de Cuba, Raúl Castro, aceptó la invitación que Panamá le entregó este mes para que asista a la VII Cumbre de las Américas, que se realizará el próximo mes de abril en suelo panameño.
El anuncio se ha producido dos días después de que el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, afirmara en Washington que, más que pensar en quiénes acudirán a la Cumbre, lo más importante será el tema de fondo del debate entre los jefes de Estado.
La Cumbre, que se realizará los días 10 y 11 de abril de 2015, podría pasar a la historia como el primer foro interamericano en el que los presidentes de Estados Unidos y Cuba coinciden en un mismo plenario de debates, después de 54 años (enero de 1961) de que Washington rompiera relaciones diplomáticas con La Habana y de 53 (febrero de 1962) de que la Casa Blanca impusiera un embargo económico contra el régimen cubano para sancionarle por su sistema marxista-leninista.
“Sí”, contestó la jefa de la diplomacia panameña al preguntársele si un alto representante de la isla asistirá a la Cumbre, máxima instancia política continental establecida en 1994 y a la que Cuba nunca había sido invitada.
Cuba nunca ha participado, ya que la Cumbre es un instrumento que opera al amparo de la Organización de Estados Americanos (OEA) de la que La Habana fue excluida en 1962, por su sistema de Gobierno. En 2009, las sanciones fueron levantadas en una asamblea en Honduras, pero Cuba se ha abstenido de participar.
